Contenido
- ¿De dónde vienen los combustibles fósiles?
- Los pros y los contras de los combustibles fósiles
- Ahorre combustible para un mejor medio ambiente
A menos que esté leyendo esto en una cafetería en Islandia, Suecia u otro país que se haya comprometido a cambiar a las energías renovables, la energía para alimentar su computadora portátil, la luz que le permite ver el teclado y la electricidad para preparar su café, todo viene de combustibles fósiles. Los combustibles fósiles incluyen carbón, productos derivados del petróleo como la gasolina y el petróleo, y el gas natural. Estos combustibles se queman en las centrales eléctricas para impulsar turbinas que generan electricidad. Los motores de los automóviles también queman combustibles fósiles, al igual que muchos hornos domésticos y calentadores de agua.
¿De dónde vienen los combustibles fósiles?
A pesar de lo que podría haber escuchado, los combustibles fósiles no provienen de dinosaurios en descomposición, aunque los dinosaurios deambulaban por la Tierra mientras se formaban. La principal fuente de carbón es la materia vegetal descompuesta, y el petróleo proviene del plancton descompuesto, una criatura marina microscópica. El gas natural también es un subproducto de plantas y microorganismos descompuestos.
Aunque el uso de combustibles fósiles está aumentando en muchos países, el carbón, el petróleo y el gas aún abundan en la corteza terrestre. Sin embargo, existe una creciente conciencia de la importancia de la conservación de las fuentes de combustible entre los ambientalistas y los encargados de formular políticas económicas. Esto es cierto por dos razones: el suministro de combustibles fósiles es finito, y la contaminación por quemarlos es perjudicial para el medio ambiente.
Los pros y los contras de los combustibles fósiles
La importancia económica de los combustibles fósiles está bien establecida. Los sistemas para extraerlos y transportarlos ya se han desarrollado, y la industria de los combustibles fósiles emplea a millones de trabajadores en todo el mundo. Las economías de la mayoría de los países dependen de ello. Cambiar de combustibles fósiles a fuentes de energía renovables es algo así como cambiar la dirección de un transatlántico, tomar tiempo y una gran cantidad de energía extra. Es mucho más fácil mantener el barco navegando en el mismo curso.
En el lado negativo, los combustibles fósiles están sucios. Quemarlos crea contaminantes atmosféricos, y los científicos están en un acuerdo prácticamente unánime de que uno de los contaminantes principales, el dióxido de carbono, es responsable de la tendencia al cambio climático que está produciendo patrones climáticos cada vez más erráticos. Otro inconveniente es que el suministro de combustibles fósiles puede parecer ilimitado, pero no lo es. Un ejecutivo petrolero estimó en 2006 que había suficiente carbón en la corteza terrestre para durar aproximadamente 164 años, suficiente gas natural para durar 70 años y solo suficientes reservas de petróleo para 40 años. A ese ritmo, es probable que una persona en su adolescencia en 2018 viva para ver el día en que se agoten las reservas de petróleo y gas natural.
Ahorre combustible para un mejor medio ambiente
La conservación del combustible a través de tecnologías y prácticas más eficientes energéticamente puede ayudar a extender las reservas actuales de petróleo, carbón y gas por unos años más. Sin embargo, a menos que las economías mundiales comiencen a depender más de los recursos renovables, la oferta seguramente se agotará. Sin embargo, hay una razón más importante para conservar los combustibles fósiles, y esa es ayudar a sanar el medio ambiente.
La quema de petróleo, carbón y gas natural llena el aire con contaminantes nocivos, que incluyen óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, dióxido de carbono, ozono y una gran cantidad de hidrocarburos. Además de crear smog y enfermedades respiratorias, estos contaminantes, particularmente el dióxido de carbono, se acumulan en la atmósfera y evitan que el calor de la Tierra escape al espacio. Como resultado, los científicos predicen que la temperatura de la Tierra podría aumentar hasta 4 grados centígrados para fines de siglo. Además de este resultado desastroso, el dióxido de carbono también acidifica los océanos, matando a las criaturas marinas y reduciendo la capacidad del agua del océano para absorber este gas nocivo.
La conservación del combustible ralentiza tanto la tasa de calentamiento atmosférico como la acidificación de los océanos, lo que con suerte le da a la Tierra tiempo para curarse. Sin este respiro, la Tierra puede alcanzar un punto de inflexión más allá del cual esa curación es imposible y puede volverse inhabitable. Esa es probablemente la razón más convincente para conservar los combustibles fósiles.